lunes, 12 de diciembre de 2011

Cogito, ergo colloquo

El tiempo dirá, el tiempo nos sacará de dudas, el tiempo demostrará quién estaba en lo cierto, porque es el único que no tiene miedo a decir la verdad, el único que demuestra las cosas, que muestra la realidad.

Cada uno es libre de actuar, de sentir, de vivir como quiera, de expresar y mostrar lo que quiera. En su mano está hacerlo de una forma u otra. Normalmente, uno mismo ya sabe las repercusiones que puede causar su forma de hacer, pensar o decir.

No creo en la maldad por maldad. Cada acto, cada pensamiento tiene un objetivo, un interés propio. Muchas veces éste es un objetivo o interés egoista, que a nosotros nos beneficia, pero a otros les perjudica. Pero es tan fuerte y tan inmenso ese beneficio que ciega y no deja darse cuenta de las repercusiones en las demás personas. Puede que las consecuéncias sean graves, o sean mínimas, simples estupideces que hacen preocuparse un poco.

El simple hecho de mentir a alguien por propio interés es una de esas situaciones. El que miente se libra de decir la verdad para no sentirse mal, sin importarle la otra persona, sus sentimientos, incluso los depositados sobre la misma persona que le está engañando. A veces la verdad duele, pero la falta de confianza al no expresarla duele más. 


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